¿Quién de niño no soñó alguna vez con conocer y poder estar
de cerca con una ballena? Esos mamíferos enormes que viven en el agua y que
parecen inalcanzables. Sólo en películas, caricaturas o en documentales de
National Geographic.
El plan comenzó con una ida a Baja California a conocer el Valle
de Guadalupe para tomar y probar nuestro vino mexicano. Pero lo que nunca me
paso por la cabeza era ir a conocer ballenas.
Investigando en internet sobre el Valle de Guadalupe me tope
con una página que invitaba al turista a conocer, en invierno, las ballenas.
Buscamos más información, pero en aquel entonces era muy
poca y contactando a algunos amigos nos recomendaron ir a Baja California,
visitar la Laguna de Ojo de Liebre, tomar una lancha y conocer las mágicas y
enormes ballenas.
El recorrido lo planeamos tomando un avión a Tijuana, llegar
a Ensenada y de ahí tomar un autobús toda la noche rumbo a Guerrero Negro. Eran
más de 600 kilómetros de camino y en esos momentos te haces tantas preguntas, ¿realmente
son como las ves en la tele, son grandes, veremos muchas?
Llegamos a las seis de la mañana a una pequeña central de
autobuses llena de neblina y de ahí a caminar y buscar el hotel Malarrimo.
Lo primero que vimos en el camino fueron varios puestos de
birria, calientita y lista para quitarnos aquel frío.
Guerrero Negro se caracteriza por contar con una enorme salina, reserva de pájaros
y por la hermosa Laguna de Ojo de Liebre.
Al terminar de desayunar llegamos al hotel Malarrimo. En su
entrada cuenta con una enorme escultura de una ballena y en el techo una veleta
de ballena. Preguntamos por el tour y ya estaban turistas internacionales y
nacionales listos para hacer aquel misterioso recorrido.
Las camionetas salieron y después de un largo camino
llegamos a unas enormes montañas blancas de sal. Todos como buenos turistas
bajamos a tomarnos la foto del recuerdo y de ahí a un kilometro llegamos al tan
esperado momento, tomar las lanchas a la laguna.
Ya arriba de la pequeña barca para 12 pasajeros, recibimos
un chaleco salvavidas y las instrucciones necesarias además de un tentempié
para media mañana.
En el camino con los primeros amigos que nos encontramos fue
con unos alegres y divertidos lobos marinos tomando el sol arriba de una boya y
otros disfrutando de unos clavados en la laguna. Nuestro camino siguió y
nuestros compañeros eran enormes barcos de sal camino a la fabrica. Después de
varios minutos y de una brisa de agua helada llegamos al punto.
Varios barcos salieron al mismo encuentro y a lo lejos
escuchamos los gritos de otro de los barquitos donde una ballena había sacado
su cola, aquello era algo enorme y maravilloso.
No pasaron más de cinco minutos cuando al lado de nuestra
lancha salió un lomo con un respiradero de agua (espiráculo) fuerte como una
olla exprés a presión. ¡Era un momento asombroso!
Sólo éramos 12 en un barquito y una enorme laguna llena de
ballenas, aquello era espectacular, a la hora vimos pasar un grupo de delfines
que se divertían entre ellos y alguno que otro lobo marino perdido.
Más de dos horas vivimos en aquel lugar y olvidamos por
momentos aquel viento frío y la brisa helada de la laguna viendo las espectaculares
ballenas. Ver sus colores, sus lomos salir y sacar agua, ver las puntas de sus
cabezas son momentos que no olvidaré jamás.
El día termino con una cena en el hotel Malarrimo en donde
la especialidad son los mariscos para después volver a tomar el autobús rumbo a
Ensenada.
Si cuentas con una semana de vacaciones y quieres hacer algo
diferente en invierno visita las ballenas. Es algo increíble y que pocos
lugares en el mundo lo pueden tener.

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