lunes, 28 de enero de 2013

Baja California y sus ballenas


¿Quién de niño no soñó alguna vez con conocer y poder estar de cerca con una ballena? Esos mamíferos enormes que viven en el agua y que parecen inalcanzables. Sólo en películas, caricaturas o en documentales de National Geographic.

El plan comenzó con una ida a Baja California a conocer el Valle de Guadalupe para tomar y probar nuestro vino mexicano. Pero lo que nunca me paso por la cabeza era ir a conocer ballenas.

Investigando en internet sobre el Valle de Guadalupe me tope con una página que invitaba al turista a conocer, en invierno, las ballenas.

Buscamos más información, pero en aquel entonces era muy poca y contactando a algunos amigos nos recomendaron ir a Baja California, visitar la Laguna de Ojo de Liebre,  tomar una lancha y conocer las mágicas y enormes ballenas.

El recorrido lo planeamos tomando un avión a Tijuana, llegar a Ensenada y de ahí tomar un autobús toda la noche rumbo a Guerrero Negro. Eran más de 600 kilómetros de camino y en esos momentos te haces tantas preguntas, ¿realmente son como las ves en la tele, son grandes, veremos muchas?


Llegamos a las seis de la mañana a una pequeña central de autobuses llena de neblina y de ahí a caminar y buscar el hotel Malarrimo.

Lo primero que vimos en el camino fueron varios puestos de birria, calientita y lista para quitarnos aquel frío.

Guerrero Negro se caracteriza por  contar con una enorme salina, reserva de pájaros y por la hermosa Laguna de Ojo de Liebre.

Al terminar de desayunar llegamos al hotel Malarrimo. En su entrada cuenta con una enorme escultura de una ballena y en el techo una veleta de ballena. Preguntamos por el tour y ya estaban turistas internacionales y nacionales listos para hacer aquel misterioso recorrido.

Las camionetas salieron y después de un largo camino llegamos a unas enormes montañas blancas de sal. Todos como buenos turistas bajamos a tomarnos la foto del recuerdo y de ahí a un kilometro llegamos al tan esperado momento, tomar las lanchas a la laguna.

Ya arriba de la pequeña barca para 12 pasajeros, recibimos un chaleco salvavidas y las instrucciones necesarias además de un tentempié para media mañana.

En el camino con los primeros amigos que nos encontramos fue con unos alegres y divertidos lobos marinos tomando el sol arriba de una boya y otros disfrutando de unos clavados en la laguna. Nuestro camino siguió y nuestros compañeros eran enormes barcos de sal camino a la fabrica. Después de varios minutos y de una brisa de agua helada llegamos al punto.

Varios barcos salieron al mismo encuentro y a lo lejos escuchamos los gritos de otro de los barquitos donde una ballena había sacado su cola, aquello era algo enorme y maravilloso.

Poco ruido era el que podíamos hacer ya que las ballenas llegan a la laguna a tener a sus pequeñas crías y al estar embarazadas son cuidadosas y más lentas.

No pasaron más de cinco minutos cuando al lado de nuestra lancha salió un lomo con un respiradero de agua (espiráculo) fuerte como una olla exprés a presión. ¡Era un momento asombroso!

Sólo éramos 12 en un barquito y una enorme laguna llena de ballenas, aquello era espectacular, a la hora vimos pasar un grupo de delfines que se divertían entre ellos y alguno que otro lobo marino perdido.

Más de dos horas vivimos en aquel lugar y olvidamos por momentos aquel viento frío y la brisa helada de la laguna viendo las espectaculares ballenas. Ver sus colores, sus lomos salir y sacar agua, ver las puntas de sus cabezas son  momentos que no olvidaré jamás.

Al terminar el tour, regresamos a la reserva de aves en donde se podía ver una gran cantidad de ellas en diferentes colores y todos disfrutando del poco sol que hacía en aquel helado lugar.

El día termino con una cena en el hotel Malarrimo en donde la especialidad son los mariscos para después volver a tomar el autobús rumbo a Ensenada.

Si cuentas con una semana de vacaciones y quieres hacer algo diferente en invierno visita las ballenas. Es algo increíble y que pocos lugares en el mundo lo pueden tener.

domingo, 20 de enero de 2013

Oaxaca y sus colores gastronómicos (Mercado de Tlacolula)


Visitar Oaxaca y no ir al mercado de Tlacolula un domingo, es no conocer la ciudad y su gastronomía. Los colores, sabores, olores y texturas  son toda una tradición de muchos años.

Al llegar, un guía nos comenta que tanto el trueque y el regateo siguen siendo una tradición entre las culturas indígenas. Pero ojo, es entre ellos. Este intercambio es para seguir fomentando el conocer a las familias que no viven en el mismo pueblo que ellos y por tal razón es importante no hacerlo nosotros.

Lo primero que puedes ver al llegar frente a la iglesia en el mercado son las artesanías Oaxaqueñas, jícaras en su color natural, pintadas, grabadas; instrumentos de madera, huajes, estropajos naturales, alebrijes, mezcales, cremas de sabores y café.

Sigues caminando e ingresas a una sección enorme y techada en donde la variedad de sabores y olores te sorprenden al ver tantos y tantos puestos de carne listos para llegar y pedir. La cecina secándose en la parte superior de los puestos, el chorizo colgando del lado izquierdo y del derecho,  los enormes trozos de chicharrón son la delicia del lugar. Los techos se encuentran llenos de papel picado de todos los colores con figuras de flores, calacas y soles.

Al ir caminando por los pasillos se puede ver un poco de humo por los asadores que se encuentran en medio de los pasillos donde con tu compra te los pueden prestar para que en ese momento ases tu carne y te la puedas comer en los enormes comedores de piedra comunitarios del mercado y hasta poder comprar chiles, tomates y cebolla y preparar ricas salsa o comparar tortillas o tlayudas.

Después de comer una rica carne pasamos a las panaderías. Más de 30 panaderías instaladas en el mercado en donde puedes encontrar bolsas con panes ya listos para llevar o varios estantes de madera en un solo puesto con quequitos, cuernitos, conchas, bolillos de distintos tamaños y las señoras en el suelo vendiendo en una canasta la tradicional tlayuda.

Pasas por la panadería y te encuentras con enormes pasillos en donde la fruta y la verdura no se nos pueden pasar. Los colores son muy vivos y los encontramos en las flores, las frutas y las verduras. Pero lo que más resalta son los vestidos que usan las jóvenes, señoras y abuelas que te venden cada domingo esta delicia mexicana.

Gran variedad de tomates, de distintos tamaños y variedades llaman la atención de los turistas que sólo conocemos pocas variedades. Los quelites y las flores como la de frijolón, la de cacao,  son la delicia de los residentes.

Ya casi al final del mercado puedes encontrar la sección de las bebidas y los dulces de la región como el tejate que las señoras están preparando en grandes tinas, pulque, queso y las exquisitas  nieves como el beso oaxaqueño, tuna y leche.

La última sección del mercado es la más increíble en donde puedes encontrar guajolotes, patos, conejos, gallinas, pollos y todos vivos listos para llevar a casa y preparar algún exquisito platillo fresco.



El mercado de Tlacolula es uno de los mercados más grandes del país y que sigue guardando todas aquellas tradiciones que nuestros antepasados acostumbraban. Si tienes tiempo de visitar Oaxaca y quieres vivir una experiencia gastronómica o simplemente cultural no lo dejes pasar.