domingo, 23 de marzo de 2014

Villahermosa un recorrido prehispánico

Después de años de escuchar de las haciendas cacaoteras por fin llego el momento de conocer Villahermosa, aquellas historias del cacao y del pejelagarto se iban a volver una realidad.

Un par de horas en avión y se escucha la voz del capitán avisando la llegada a tan esperada ciudad, por la ventana lo primero que llegas a ver es una ciudad llena de vegetación
alineada por los enormes caminos del majestuoso Río Grijalva.

El primero en darnos la bienvenida al bajar del avión y que se convirtió en nuestro fiel compañero de viaje el “calor-húmedo”, distintivo particular de la zona.

La primera visita la hicimos al Parque la Venta y aunque el museo estaba cerrado por remodelación pudimos caminar a lo  largo del parque, uno de los atractivos es la Laguna de las Ilusiones en donde se pueden observar los pequeños cocodrilos a la orilla de la fuente que solo dejan ver su hocico y los pequeños coatíes, mascotas que te encuentras con frecuencia y que disfrutaban de las frutas y semillas de los enormes árboles que visten el lugar. En una esquina, como en todo espacio turístico, se encontraba la señora vendedora de aguas frescas de horchata y jamaica y por supuesto, no podía faltar la deliciosa agua de pozol, que es fácil encontrar en el sureste del país.

Uno de los objetivos de conocer los estados de nuestro país es probar su gastronomía y aquí no iba a ser la excepción. La primera visita gastronómica fue el Mercado Pino Suárez principal mercado de abastos del lugar. Dicen que muchos de los mercados de nuestro país guardan los mejores secretos  gastronómicos.

El Mercado Pino Suárez es toda una manzana llena de vendedores de fruta y verdura. El plátano es el protagonista de este lugar. Contamos más de cinco variedades de ellos. Muchos de los vendedores nos dictaron varias recetas para poderlos preparar desde entradas, fuertes y postres. Otras frutas y verduras que son populares son la guanábana, nonis, guayabas gigantes, yacas, yucas, macal, chayas, carambolas, aguacates, pitayas, mazorcas de cacao y más.

Al final entramos al área de comidas y como en todo lugar que tiene ríos, los mariscos saltaban a la vista y al olfato, tanto vivos como muertos. Al fondo se encontraban varias mesas con “palos rosas” que atravesaban a un pez de aspecto primitivo conocido como el pejelagarto.
En el mercado por lo general lo puedes encontrar asado o crudo, listos para prepararse en tamales, tortas, tacos, tostadas o empanadas. Su sabor es muy distinto al de otros pescados. Es similar al del pollo pero con un toque de ahumado por el palo rosa que se usa para asarlo. Entre los puestos del mercado encuentras platillos con este delicioso animal.    

El pejelagarto en tan popular en Tabasco que en muchos restaurantes y hoteles los puedes encontrar en enormes peceras.

Por fin llego el momento de visitar las Haciendas Cacaoteras, lugares mágicos que te cuentan los libros de historia, y poder conocer la mazorca de cacao, moneda que se usaba en nuestro país antes de la conquista.

El camino no es muy largo y son sólo tres las principales haciendas, Jesús María, La Luz y Cholula las cuales se encuentran en la zona de Comalcalco (a unos kilómetros de la zona arqueológica de Comalcalco que cuenta además con un pequeño museo). Llegamos a la hacienda Jesús María, lo primero que puedes ver es una pequeña casita que se convierte en lobby de recepción y tienda del lugar, los olores son deliciosos para los fanáticos del chocolate ya que todo lo que se vende ahí es chocolate en barra, polvo, de mesa, con almendras, pasas y muchos más.

El único requisito para poder caminar entre la hacienda es usar repelente ya que el lugar es sumamente húmedo y los mosquitos se pueden volver amenaza para cualquier humano que pise la tierra. Inicia el trayecto y es impresionante ya que la selva es reina del lugar. Fuimos avanzando y el camino era diminuto y lleno de vegetación. Por un lado nos encontramos guanábanas, pimienta gorda, noni, árboles de canela, café, carambolas y vainilla. Nos explicaron que Villahermosa es una zona muy fértil, en la que todo se da fácilmente. 

Al final nos encontramos con lo más buscado del viaje los árboles de cacao, viven de 30 a 40 años. En México se pueden encontrar tres variedades de cacao: el criollo o nativo de color rojo, el forastero o campesino de color verde, se transforma en amarillo y el híbrido entre el que destaca el trinitario que es un cruce entre el criollo y el forastero su color es rosa y verde. Sus hojas son largas y el fruto se da en los troncos. Se dice que en donde sale la flor por primera vez es en donde siempre volverá a salir.

En ese mismo lugar nuestro guía abrió una de las mazorcas y por dentro se ve el mucílago y la pulpa del corazón del cacao de color y forma rara entre blanco y rosa claro, su sabor es ácido pero dulce a la vez y al chuparlo al final llegas a encontrar el cotizado grano de cacao, el oro de nuestros antepasados.

Al final de nuestro recorrido pudimos pasar a una mesa en la selva y moler el cacao ya tostado con un poco de la pimienta gorda de la región, azúcar y logramos obtener un delicioso polvo de cacao.

El viaje fue toda una aventura, en el último día de nuestra estancia pudimos conocer un poco de la historia que ha marcado a nuestro país, visitando algunos museos como la casa de los azulejos y por supuesto que no pudimos dejar pasar el recorrido por la Plaza de Armas y comer plátanos fritos con salsa a un lado de las fuentes bailarinas y pasear por el Río Grijalva en barco.

Vale la pena visitar Villahermosa y sus alrededores ya que es una ciudad que cuenta con mucha historia y lugares exquisitos para disfrutar de nuestra gastronomía.



 






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