lunes, 11 de febrero de 2013

Una Iglesia mágica y tacos de pepita


Por fin llegó el puente del 15 de septiembre e iba a visitar Chiapas, pero en esta ocasión además de conocer San Cristóbal de las Casas iba a tener oportunidad de ir a lugares mágicos como son San Juan Chamula y Zinacantán.

Después de varias horas de viaje entre avión y autobús llegué a San Cristóbal, pueblo mágico lleno de colores y estilo colonial en sus calles. Tomé un taxi y me fui directamente a conocer San Juan Chamula ubicado a 10 kilómetros de San Cristóbal y  de las partes más altas de Chiapas.

Aquel lugar que varios llaman “la casa de los chamulitas” es un lugar de sorpresas e historias que muchos cuentan y pocos se atreven a vivir.

Al llegar el taxista me advierte que tenga cuidado con todos los vendedores que se encuentran en la plaza tanto niños como adultos ya que con tal de vender a todo precio te van hacer llevarte algo y no te dejarán ni a sol ni sombra.

En el centro de la plaza se encuentra una pequeña iglesita de color blanca con orillas en tonos azules. Para poder ingresar tienes que ir a una oficina que se encuentra a las orillas de la plaza y leer cuidadosamente las instrucciones de entrada: No tomar fotografías, ni video, no molestar a las personas del pueblo que están haciendo oración o algún ritual.

Al leer esto ya tenía más de cinco niños a mi lado queriéndonos vender el tour de la iglesia, pulseras y cualquier tipo de artesanía que ellos o sus papás fabrican.

Llegué a la iglesia y al entrar el aroma era distinto, de hierbas y humo, jamás imagine ingresar y ver un ambiente oscuro, con poca neblina, sin bancas y alrededor en las paredes una serie de Santos con rostros de sufrimiento con espejos adentro de cajas de cristal y con flores y ramas de colores, el piso de madera y cubierto de veladoras blancas y otros colores de distintos tamaños.

En el piso muchos indígenas hincados y otros tirados en el piso hablando en su dialecto, varios guardias de la comunidad cuidando y vigilando que nadie tenga su cámara o celular a la mano. El ambiente se siente místico y diferente. Sus rituales son combinados entre lo que hoy en día es la Iglesia y lo que acostumbraban nuestros antepasados a practicar en sus templos mayas. Se dice que en ocasiones se hacen rituales con gallinas vivas en las que se matan para sacar o curar de los demonios.


Después de esta diferente e interesante visita regreso a un pueblo a unos minutos del San Cristóbal. Ahí se encuentra otra iglesia similar a la San Juan Chamula, pero el atractivo son las señoras tejedoras que hacen manualidades usando un telar a la cintura y otras que preparan en sus casas ricas tortillas con salsa, queso fresco y pepita.

Camine varias horas por las cortas calles de Zinacantán y preguntaba en donde podría encontrar esta delicia que acostumbraban a comer varios de los indígenas de la región.

¡Por fin, varias cuadras después de la iglesia me encontré con una señora que me invitó a su casa a comer este nutritivo manjar!

Entré a su casa de un largo pasillo para ingresar a su humilde cocina, un cuarto de color gris sin muebles y en una esquina estaba ella de rodillas preparando tortillas y poniéndolas en un comal. Arriba en el techo se encontraba un alambre con periódico y una trozo de carne para hacer cecina.

En una tabla al ras del piso se encontraba una mesa, me invitó a sentarme en unos ladrillos que usaría como silla y comenzó a tortear tortillas y ponerlas en el comal, poco a poco fueron saliendo calientitas; lo siguiente era ponerle salsa roja, queso fresco que ellas mismas preparaban y agregarle la pepita en polvo.  Aquel sencillo platillo me llenaría de sabor la boca, mientras ella me contaba las historias de su familia.

Aquel fue un día completo por un lado conocer aquellos rituales que a veces pensamos que ya no existen y por el otro lado probar sencillas y ricas delicias gastronómicas de nuestro país.