Por fin llegó el puente del 15 de septiembre e iba a visitar Chiapas, pero en esta ocasión además de conocer
San Cristóbal de las Casas iba a tener oportunidad de ir a lugares mágicos como
son San Juan Chamula y Zinacantán.
Después de varias horas de viaje entre avión y autobús llegué a San Cristóbal, pueblo mágico lleno de colores y estilo colonial en sus
calles. Tomé un taxi y me fui directamente a conocer San Juan Chamula ubicado a
10 kilómetros de San Cristóbal y de las
partes más altas de Chiapas.
Aquel lugar que varios llaman “la casa de los chamulitas” es
un lugar de sorpresas e historias que muchos cuentan y pocos se atreven a vivir.
Al llegar el taxista me advierte que tenga cuidado con todos
los vendedores que se encuentran en la plaza tanto niños como adultos ya que
con tal de vender a todo precio te van hacer llevarte algo y no te dejarán ni a
sol ni sombra.
En el centro de la plaza se encuentra una pequeña iglesita
de color blanca con orillas en tonos azules. Para poder ingresar tienes que ir
a una oficina que se encuentra a las orillas de la plaza y leer cuidadosamente
las instrucciones de entrada: No tomar fotografías, ni video, no molestar a las
personas del pueblo que están haciendo oración o algún ritual.
Al leer esto ya tenía más de cinco niños a mi lado queriéndonos
vender el tour de la iglesia, pulseras y cualquier tipo de artesanía que ellos
o sus papás fabrican.
Llegué a la iglesia y al entrar el aroma era
distinto, de hierbas y humo, jamás imagine ingresar y ver un ambiente oscuro,
con poca neblina, sin bancas y alrededor en las paredes una serie de Santos con
rostros de sufrimiento con espejos adentro de cajas de cristal y con flores y
ramas de colores, el piso de madera y cubierto de veladoras blancas y otros colores
de distintos tamaños.
En el piso muchos indígenas hincados y otros tirados en el
piso hablando en su dialecto, varios guardias de la comunidad cuidando y
vigilando que nadie tenga su cámara o celular a la mano. El ambiente se siente
místico y diferente. Sus rituales son combinados entre lo que hoy en día es la
Iglesia y lo que acostumbraban nuestros antepasados a practicar en sus templos
mayas. Se dice que en ocasiones se hacen rituales con gallinas vivas en las que
se matan para sacar o curar de los demonios.
Camine varias horas por las cortas calles de Zinacantán y
preguntaba en donde podría encontrar esta delicia que acostumbraban a comer
varios de los indígenas de la región.
Entré a su casa de un largo pasillo para ingresar a su
humilde cocina, un cuarto de color gris sin muebles y en una esquina estaba
ella de rodillas preparando tortillas y poniéndolas en un comal. Arriba en el
techo se encontraba un alambre con periódico y una trozo de carne para hacer
cecina.
En una tabla al ras
del piso se encontraba una mesa, me invitó a sentarme en unos ladrillos que
usaría como silla y comenzó a tortear tortillas y ponerlas en el comal, poco a
poco fueron saliendo calientitas; lo siguiente era ponerle salsa roja, queso
fresco que ellas mismas preparaban y agregarle la pepita en polvo. Aquel sencillo platillo me llenaría de sabor la
boca, mientras ella me contaba las historias de su familia.
